En el momento que observamos nuestro pensamiento, se activa un nivel distinto de conciencia. Dejamos de ser uno con el pensamiento, dejamos de ser el pensamiento, y de derivar nuestra identidad de ese pensamiento particular, que es condicionado, compulsivo, automático y fundamentalmente reactivo ante un estímulo particular: un recuerdo, una imagen, una idea, etc.
Es una idea útil plantearse ser observador de lo que nos acontece, tanto de lo bueno y agradable, como de lo penoso. Alguien dijo, "testimonio de nuestro devenir".
La comprensión del observador, no es la mente, surga antes de la mente, porque el ser no es un pensamiento, es una experiencia. "Pienso luego existo" es una gran distorsión de la experiencia humana, nos identifica, nos hace iguales a nuestro pensamiento, a nuestra mente, y somos bastante más que eso.
La esencia de la meditaciónes prestar atención consciente al momento presente, pero sin pensar. Atención con todos los sentidos y presencia ante cualquier actividad rutinaria, convirtiendo cualquier actividad en un fin en sí misma de realización presente y absoluta.
En este sentido, el Ego es una falsa identidad, es el funcionamiento mental, la actividad compulsiva de nuestra mente, un falso yo. Para este Ego, la mente, el presente no existe, o se enquista en lo vivido -el pasado-, o se obsesiona en lo deseado y esperado -el futuro-, o reduce el presente a un mero medio para un fin proyectado en la mente.
Pero es imposible experimentar el presente siendo mente, o desde la mente. Se trata de lograr la conciencia sin pensamiento, la no-mente.
El Ego (la mente), no es sólo el pensamiento, incluye también las emociones y pautas inconscientes de reacción, tanto mentales como emocionales, la emoción surge del reflejo en el cuerpo de la mente y sus productos.
El cuerpo, la emoción, siempre es un reflejo fiel de nuestro estado mental. No la verdad de nuestra identidad real, sino la verdad relativa de nuestro estado mental en ese momento. De manera análoga a nuestra identificación con nuestros pensamientos, nos vemos arrastrados a la identificación inconsciente con la emoción por falta de presencia para observarla sin identificarnos con ella. Las emociones se caracterizan por estar suetas a la ley de los opuestos, parte de la mente dualista, los estados del ser están más allá de las emociones que denominamos positivas (placer, regocijo, alegría, entusiasmo, amor).
Por esta razón, cada placer o cumbre emocional lleva consigo su opuesto, la semilla de su parte inseparable que se manifestará con el tiempo.
El dolor tiene dos niveles:
a) El dolor que creo ahora.
b) El dolor del pasado que aún vive en mí, en mi cuerpo y en mi mente.
El dolor se crea mientras la mente no observada dirija mi vida. El dolor que creo ahora surge por una falta de aceptación, por una resistencia inconsciente a lo que -es. La resistencia, como pensamiento es un juicio, una reacción, como emoción: negatividad.
La intensidad del dolor dependerá del grado de resistencia y del grado de identificación con la mente.
El pasado y el futuro sólo existen en nuestra mente.
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